Me interesa pintar sobre madera. Con tablas aserradas, en particular con duelas de roble para macerar vino y tejuelas de alerce, construyo superficies dinámicas que son esculturas y pinturas a la vez. En esta constante tensión entre ambos está mi propuesta.
Algunas superpuestas y otras ensambladas, simulan volumen con la pintura, generando profundidad, atmósfera y color, donde lo ilusorio es un factor clave.
El paso de la ilusión a la certeza, implica un juego con la percepción a través de dos lecturas posibles: la primera se percibe desde lejos, como en un espejismo, donde interactúan dinámicamente luces y sombras, colores, ángulos y volúmenes; la otra, de cerca, muestra una superficie distinta y pintada, donde esos efectos no existen, son sólo ilusión.
En ambos casos, la pintura no oculta las vetas de la madera; sus transparencias y veladuras permiten percibir la verdadera naturaleza del material.
Mis obras no tienen título y están agrupadas según su ritmo, composición y movimiento. A cada grupo o motivo lo ha llamado veta y a cada obra individual roble cuya numeración corresponde a un orden cronológico.